En los mejores años del jurado popular, llegó a dominar lo que se dio en llamar “El Cuadrilátero” debido a que estaba formado por cuatro abogados, que siendo extraordinarios oradores, las ganaban de todas, todas, obteniendo sonados triunfos en los procesos que más llamaban la atención de los capitalinos y de la opinión pública nacional.
Los cuatro abogados son:
José Nemesio García Naranjo (1883-1962) fue un abogado, periodista, escritor, historiador, político, catedrático y académico mexicano.
Dr. Nemesio García Naranjo |
Querido Moheno Tabares (1873-1933) fue el Secretario de Relaciones Exteriores de México de 1913 a 1914.
Francisco Modesto de Olaguíbel (1874-1924) fue un abogado, político, periodista, escritor, catedrático y académico mexicano.
Dr. Francisco Modesto Olaguíbel |
José María Lozano (1878-1933) fue un abogado y político mexicano conservador, conocido como el "príncipe de la palabra".
En esos años, el público abarrotaba la Sala de Jurados, siguiendo con suma atención e interés las espectaculares intervenciones de fiscales y defensores, enfrascados en un verdadero duelo de oratoria, tratando los primeros de convencer a la audiencia pero principalmente al jurado de que el procesado era el mismísimo demonio y los segundos que era una blanca palomita y de pureza angelical.
Al finalizar el año de 1929, es suprimido el jurado popular en el conocimiento de los delitos comunes, esgrimiéndose como principal argumento que era una "fábrica de absoluciones".
En abono del anterior argumento hay que considerar que algunos de los más sonados casos eran de bellas auto viudas, mismas que con su cara angelical y de inocencia y el fogoso y enternecedor discurso de su defensor que se encargaba de poner como lazo de cochino al muerto y como personificación de todas las virtudes a la acusada, que era bella y mártir, obtenía la declaración de inocencia por parte del jurado invariablemente, que obedecía más bien al sentimentalismo y al verbo que a la justicia y al derecho.
Los abogados penalistas de aquel tiempo del jurado popular, quienes por cierto ocuparon también algunas páginas de los famosos libros del Archivo Casasola, eran más oradores y poetas que juristas, pues más que argumentos jurídicos, los que además el jurado no comprendería, atiborraban a sus oyentes y a los integrantes del jurado popular compuesto por ciudadanos insaculados con expresiones vibrantes y enternecedoras.
Esta etapa la describe muy bien el señor licenciado Sergio Vela Treviño, en las palabras pronunciadas en honor del señor licenciado Raúl F. Cárdenas, ilustre penalista cuya acción se dio en tiempo posterior al jurado popular: “La actividad del penalista, antes de la aparición del licenciado Cárdenas y sus contemporáneos, era llevado por seres valiosos en el manejo del lenguaje, con la maravillosa capacidad para tocar la fibra sensible del hombre juzgador con sus palabras emocionadas y bellamente dichas; eran los penalistas oradores que alcanzaban los más destacados éxitos provocando lágrimas de ternura, aun cuando para ello tuvieron que sacrificar el ideal de la justicia”. (Criminalia, año LVII, Nos. 1-12, México, DF, ene-dic. 1991, página 23 ).
Enlace: Versión On Line
Al finalizar el año de 1929, es suprimido el jurado popular en el conocimiento de los delitos comunes, esgrimiéndose como principal argumento que era una "fábrica de absoluciones".
En abono del anterior argumento hay que considerar que algunos de los más sonados casos eran de bellas auto viudas, mismas que con su cara angelical y de inocencia y el fogoso y enternecedor discurso de su defensor que se encargaba de poner como lazo de cochino al muerto y como personificación de todas las virtudes a la acusada, que era bella y mártir, obtenía la declaración de inocencia por parte del jurado invariablemente, que obedecía más bien al sentimentalismo y al verbo que a la justicia y al derecho.
Los abogados penalistas de aquel tiempo del jurado popular, quienes por cierto ocuparon también algunas páginas de los famosos libros del Archivo Casasola, eran más oradores y poetas que juristas, pues más que argumentos jurídicos, los que además el jurado no comprendería, atiborraban a sus oyentes y a los integrantes del jurado popular compuesto por ciudadanos insaculados con expresiones vibrantes y enternecedoras.
Esta etapa la describe muy bien el señor licenciado Sergio Vela Treviño, en las palabras pronunciadas en honor del señor licenciado Raúl F. Cárdenas, ilustre penalista cuya acción se dio en tiempo posterior al jurado popular: “La actividad del penalista, antes de la aparición del licenciado Cárdenas y sus contemporáneos, era llevado por seres valiosos en el manejo del lenguaje, con la maravillosa capacidad para tocar la fibra sensible del hombre juzgador con sus palabras emocionadas y bellamente dichas; eran los penalistas oradores que alcanzaban los más destacados éxitos provocando lágrimas de ternura, aun cuando para ello tuvieron que sacrificar el ideal de la justicia”. (Criminalia, año LVII, Nos. 1-12, México, DF, ene-dic. 1991, página 23 ).
Enlace: Versión On Line
Dr. Enrique Arrieta Silva
Ensayista y narrador mexicano. Estudió derecho en la Universidad Juárez del Estado de Durango y obtuvo el doctorado en la UNAM. Director técnico y fundador de la Revista de la Facultad de Derecho y de la Revista del Supremo Tribunal de Justicia.
Publicación: El Siglo de Durango
30 de septiembre de 2003.
Publicación: El Siglo de Durango
30 de septiembre de 2003.